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Creciendo alegremente a lo largo de paredes y caminos, así como en jardines, esta planta a menudo deja a los caminantes con malos recuerdos. Su particularidad está en el origen de su nombre: ortiga, urtica para los botánicos, que proviene del latín urere, que significa quemar. A veces erróneamente considerada una mala hierba, la ortiga merece ser conocida, por su sabor, pero sobre todo por todos los beneficios que aporta.
Una farmacopea heredada de la antigüedad
Sus virtudes afrodisíacas, sus virtudes medicinales y gustativas ya eran muy apreciadas por nuestros antepasados los galos, así como por los romanos. Luego se encuentra en la Edad Media en la farmacopea, junto con el ajo y el tomillo. Tras ser abandonada a finales del Renacimiento, es rehabilitada por la medicina, para su eficacia. Estimula, en particular, la digestión. Más rica en vitamina C que las naranjas, está compuesta por un 40% de proteínas y contiene zinc, minerales, oligoelementos y vitamina B. ¡Ideal para estar en forma todo el año!
¿Cómo se usa?
Para manejarlo, lo mejor es usar guantes de látex. Pequeño truco: para quitarle el lateralescozor, ¡solo escáldalo! Es mejor utilizar primero los brotes jóvenes y las primeras hojas, siendo las otras más fibrosas. La ortiga seca se come como un té de hierbas. Deliciosa también en sopa, mezclada con unas patatas, ofrece un sabor delicado cercano a las judías verdes y su textura similar a la de las espinacas permite incorporarla a muchas otras recetas: quiche, tortilla, tarta, gratinado o soufflé. Prueba de sus cualidades gustativas y del renovado interés por él: los chefs lo ponen en el punto de mira de su carta, como en Megève en el restaurante Flocon de sel, donde el chef estrella Emmanuel Renaut lo sirve como aperitivo en forma de donuts.
Artículo publicado en Jeux Délices n°5 Abril-Mayo 2022